En algunas oportunidades podemos observar como hay personas que ante las adversidades salen fortalecidas, y escuchamos decir “esta persona tiene una personalidad resistente” o “tiene entereza” como si estuviesen dotadas de suficientes recursos para crecerse ante los peores momentos.


El concepto resiliencia, en ingeniería significa la capacidad de un material para volver a su forma inicial a pesar de una presión que lo deforme; las ciencias sociales adaptaron este término para caracterizar a aquellas personas que a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo se desarrollan psicológicamente sanos y exitosos (Rutter, 1993).


El concepto de resiliencia se ha ido ampliando e integra también aspectos psicológicos:

La resiliencia puede ser entendida como la capacidad de una persona o de un grupo para resistir y sobreponerse ante situaciones traumáticas, tragedias, acontecimientos desestabilizadores, estresantes, ante desastres, crisis. Esta capacidad permite a la persona salir fortalecido ante las situaciones adversas.


Investigaciones recientes como las de Diane Le Coutu (2002) sostienen que la resiliencia tiene tres pilares fundamentales que son igualmente válidos en los casos de enfermedades terminales, crisis sociales, en las olimpiadas y en las organizaciones: 1) Una fría comprensión y aceptación de la realidad; 2) Una profunda creencia que la vida tiene significado apalancada en valores muy sólidos; 3) Una extraña y misteriosa habilidad para improvisar “inventarse una” en medio de la adversidad.


El ser humano ante la adaptación a situaciones nuevas tiende a la búsqueda de la homeostasis o equilibrio; en esta búsqueda que conduce a la salud, al bienestar opta por respuestas preventivas y de protección cuando se perciben circunstancias adversas, de frustración o de peligro. Al desarrollar su resiliencia tiene la capacidad de revertir, transformar estas circunstancias a pesar de lo riesgos a los que se ve expuesto y se permite seguir desenvolviéndose incluso en un nivel superior a la situación vivida.


Esta salida o vía alterna fortalecedora que es la resiliencia depende de unas características de personalidad bien particulares que se pueden ir fomentando, entre ellas: formar personas socialmente competentes, con alta autoestima, con poder personal, permitirse reconocer debilidades y fortalezas, tolerancia hacia las personas y a la frustración, permitir la libertad de tomar decisiones y de resolver problemas, desarrollar habilidades comunicativas, desarrollar un sólido sistema de valores, satisfacer las necesidades básicas de afecto, sentido del humor, respeto, creatividad, autonomía, de apoyo de las personas significativas sobre todo de aquellas emocionalmente estables, trazarse metas, apoyarse en algún tipo de creencia religiosa, desarrollar conciencia de identidad, sentido de pertenencia.


En líneas generales se trata de utilizar alternativas de apoyo desde el plano personal, familiar, social que contribuirán a fortalecer la personalidad y hacerla estable para poder responder y recuperarse ante los enfrentamientos en momentos difíciles.





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